El uso habitual de refrescos azucarados, y sobre todo si llevan cafeína, se ha demostrado en el siguiente estudio como, en personas predispuestas, con una base genética diabetógena, puede predisponer al futuro desarrollo de diabetes mellitus tipo 2.
Científicos de las Universidades de Huelva y Cádiz y del Hospital Puerta del Mar han comprobado que el consumo puntual de bebidas refrescantes que contienen azúcar y cafeína provoca alteraciones metabólicas como consecuencia de un exceso de insulina en sangre, denominado hiperinsulinemia.
En concreto, la ingesta de una gran cantidad de azúcar conlleva a que el metabolismo energético cambie para consumir esa sobrecarga de glucosa, inhibiendo el uso de lípidos y proteínas para producir energía. "En el caso de los refrescos con azúcar y cafeína observamos que el consumo de una única lata de 330 mililitros produce cambios en el metabolismo de algunos lípidos como los ácidos biliares, relacionados con la obesidad y la diabetes", ha señalado el investigador de la Universidad de Huelva y responsable de este estudio, Raúl González-Domínguez.
De esta forma, los expertos han demostrado que la cafeína contenida en estos refrescos produce un incremento puntual de insulina tras su ingesta debido a un efecto combinado con el azúcar. "Tomar mucha azúcar tiene numerosos efectos sobre la salud al inducir resistencia insulínica, mecanismo que está estrechamente asociado con el desarrollo de trastornos metabólicos como la obesidad o la diabetes tipo 2. Ahora sabemos que la cafeína también puede jugar un papel importante en la regulación de la liberación de insulina", ha explicado por su parte el investigador de la Universidad de Cádiz y corresponsable del estudio, Alfonso Lechuga.
Todas estas conclusiones se recogen en un estudio publicado en la revista "Electrophoresis".
En este sentido, el grupo de investigación 'Diabetes, crecimiento y desarrollo' de la Universidad de Cádiz y liderado por el Dr. Alfonso Lechuga, estudia los daños degenerativos en las membranas lipídicas de las células que aparecen tras ingerir bebidas azucaradas y con cafeína. Esta degradación se produce como respuesta al estrés oxidativo, es decir, cuando existe un desequilibrio celular entre la cantidad de sustancias oxidantes producidas al tomar bebidas azucaradas y la cantidad y actividad de los antioxidantes presentes en el organismo.
En concreto, los investigadores analizaron el comportamiento del metabolismo en personas voluntarias que tuvieron que ingerir cuatro tipos de bebidas de la misma marca comercial: con azúcar y cafeína, sin azúcar y con cafeína, sin azúcar ni cafeína, y con azúcar y sin cafeína.
En el estudio participaron varones jóvenes menores de 25 años con un índice de masa corporal medio y hábitos de vida saludables. Se les tomaba muestras de sangre a tiempo basal, es decir, justo antes de consumir el refresco, y también tras 30 minutos, una hora y tres horas posteriores a la ingesta.
Para realizar los experimentos, los científicos tuvieron que ajustar las cantidades de refresco para que siempre tomaran la misma cantidad de azúcar en los casos en que las bebidas eran azucaradas y durante la fase de experimentación, los científicos emplearon técnicas analíticas basadas en espectrometría de masas y herramientas bioinformáticas avanzadas.
"El uso de este instrumental nos permite analizar los metabolitos presentes en el suero sanguíneo, que son compuestos de bajo peso molecular de gran importancia biológica que se producen como consecuencia de las reacciones químicas que ocurren en el organismo. Éstos nos dan información sobre los procesos bioquímicos en el cuerpo humano, y así nos permiten investigar alteraciones metabólicas producidas por agentes externos, como la alimentación, y estudiar los mecanismos patológicos que provocan las enfermedades", ha detallado González-Domínguez.
Según los investigadores, las conclusiones de este estudio abrirán puertas a futuras investigaciones farmacológicas. "Nuestro trabajo es de gran utilidad para el desarrollo de fármacos que tengan como diana esas rutas metabólicas, los cuales podrían emplearse para el tratamiento de trastornos metabólicos como la obesidad o la diabetes", ha asegurado González-Domínguez.