La sal añadida en los alimentos procesados se considera con frecuencia la principal culpable responsable de la hipertensión y de las enfermedades cardiovasculares. No obstante, de acuerdo con un análisis publicado por investigadores estadounidenses en “Open Heart”, los azúcares añadidos parecen desempeñar un papel más importante en la salud de las personas.
Los investigadores del Saint Luke's Mid America Heart Institute (Kansas City) y del Albert Einstein College of Medicine (Nueva York) analizaron los estudios publicados hasta la fecha sobre este tema y llegaron a la conclusión de que los azúcares añadidos desempeñan un papel más importante en estas enfermedades que la sal.
Según los autores, la reducción media en la tensión arterial que se consigue mediante la disminución del consumo de sal solo se considera relativamente pequeña. Por otro lado, un consumo de azúcar más reducido tuvo un mayor efecto. La ciencia básica, así como los estudios de población y los ensayos clínicos, indican que el monosacárido fructosa es crucial en el desarrollo de la hipertensión. Es más, el riesgo global de padecer enfermedades cardiovasculares también está relacionado con el consumo de azúcar.
Una persona cuyo consumo de azúcares añadidos llegue a un cuarto de su consumo diario de calorías tiene un riesgo tres veces mayor de desarrollar enfermedades cardiovasculares que una persona que consuma menos de un diez por ciento. Además, un consumo diario de 74 gramos de fructosa se asocia a un incremento del 30 % en el riesgo de presentar una tensión arterial por encima de 140/90 mm Hg y del 77 % de riesgo en niveles por encima de 160/110 mm Hg.
Los autores concluyeron que sería sensato reducir el consumo de azúcar disminuyendo la cantidad de azúcares añadidos de los alimentos procesados.
En definitiva, los azúcares refinados añadidos a los preparados industriales son más peligrosos incluso que la ingesta excesiva de sal, produciendo hipertensión y problemas cardiovasculares a largo plazo.
Los investigadores del Saint Luke's Mid America Heart Institute (Kansas City) y del Albert Einstein College of Medicine (Nueva York) analizaron los estudios publicados hasta la fecha sobre este tema y llegaron a la conclusión de que los azúcares añadidos desempeñan un papel más importante en estas enfermedades que la sal.
Según los autores, la reducción media en la tensión arterial que se consigue mediante la disminución del consumo de sal solo se considera relativamente pequeña. Por otro lado, un consumo de azúcar más reducido tuvo un mayor efecto. La ciencia básica, así como los estudios de población y los ensayos clínicos, indican que el monosacárido fructosa es crucial en el desarrollo de la hipertensión. Es más, el riesgo global de padecer enfermedades cardiovasculares también está relacionado con el consumo de azúcar.
Una persona cuyo consumo de azúcares añadidos llegue a un cuarto de su consumo diario de calorías tiene un riesgo tres veces mayor de desarrollar enfermedades cardiovasculares que una persona que consuma menos de un diez por ciento. Además, un consumo diario de 74 gramos de fructosa se asocia a un incremento del 30 % en el riesgo de presentar una tensión arterial por encima de 140/90 mm Hg y del 77 % de riesgo en niveles por encima de 160/110 mm Hg.
Los autores concluyeron que sería sensato reducir el consumo de azúcar disminuyendo la cantidad de azúcares añadidos de los alimentos procesados.
En definitiva, los azúcares refinados añadidos a los preparados industriales son más peligrosos incluso que la ingesta excesiva de sal, produciendo hipertensión y problemas cardiovasculares a largo plazo.
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